VDesde muy pequeña, hacia los 5 ó 6 años, ya buscaba la soledad sin darme cuenta. De tiempo en tiempo me escondía donde “guardaban la leña”. Cerca de la casa, y permanecía allí horas y horas. Cuando salía me preguntaban qué hacía. La respuesta era siempre la misma: ¡Nada!
En mi adolescencia, mi insistencia era buscar, cada domingo, una parroquia donde el Santísimo Sacramento estuviera expuesto, según la costumbre de ese tiempo para ir a visitarlo.
Cuando llegué a la Solitude de Grandbourg, era 1950, después de 12 años de vida muy activa en Sión, en San Pablo. Encontré lo que, en mi fuero interno siempre había deseado: la soledad y la adoración del Santísimo Sacramento.
Hoy, a los 97 años de edad, no puedo más que dar testimonio de haber encontrado la felicidad en mi vida.
Sor Belém, N.S.S. (97 años)
Curitiba – Brasil