…Abraham, obedeciendo al llamado de Dios .

parole_de_vie_2015_09_10

El autor de la carta a los Hebreos escribe:  “Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba” (Hb 11, 8). Abraham, a quien el Apóstol llama “nuestro Padre en la fe” (cf. Rm 4, 11-16), creyó en Dios, se fio de él, que lo llamaba. Creyó en la promesa. Dios dijo a Abraham:  “Sal de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y serás tú una bendición. (…) Por ti serán bendecidos todos los linajes de la tierra” (Gn 12, 1-3). ¿Estamos, acaso, hablando de la ruta de una de las múltiples emigraciones típicas de una época en la que la ganadería era una forma fundamental de vida económica? Es probable. Pero, con toda seguridad, no sólo se trató de esto. En la historia de Abraham, con el que comenzó la historia de la salvación, ya podemos percibir otro significado de la llamada y de la promesa. La tierra hacia la que se encamina el hombre guiado por la voz de Dios no pertenece exclusivamente a la geografía de este mundo. Abraham, el creyente que acoge la invitación de Dios, es el que se pone en camino hacia una tierra prometida que no es de aquí abajo.

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II DURANTE  LAS CELEBRACIONES EN RECUERDO DE ABRAHAM “PADRE DE TODOS LOS CREYENTES”( miércoles 23 de febrero 2000)


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